Las vacaciones estivales facilitan que los niños se dediquen a actividades que en ocasiones el resto del año no pueden disfrutar. Una de ellas puede ser la jardinería, una ocupación que se suele asociar a personas de edad avanzada, pero que es beneficiosa para todas las edades porque nos acerca a la naturaleza, reconecta con los ciclos de la vida y, además, resulta relajante.
No es necesario coger azada y pala para que los menores disfruten y aprendan botánica. “Es posible conseguirlo con prácticas tan sencillas como hacer un esqueje de una planta, coger sus semillas y ponerlas a germinar o, simplemente, observar cómo va creciendo”, explica Clara Vignolo, técnica de la Unidad de Programas Educativos del Real Jardín Botánico de Madrid. “Este tipo de prácticas, si se hacen a una edad temprana”, prosigue, “fomentan la creación de vínculos fuertes del niño con la naturaleza y la vida. Además, si la jardinería se practica en la ciudad, puede crear un acercamiento al medio natural para quienes no lo tienen tan cerca y ayuda a reducir el nivel de estrés y el ritmo de vida trepidante que hay en las ciudades”.